Duelo de damas para el numero 10
Nadie le pidió a David Cameron que celebrara un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. No había clamor en las calles ni banderas de San Jorge ondeando en College Green. Cameron confió que sus dotes comerciales suplirían, una vez más, su total falta de estrategia con respecto a Europa. Al fin y al cabo, su carisma no le había fallado nunca. Ni cuando tomó la nefasta decisión de sacar al Partido Conservador del mayor ,grupo parlamentario en el Parlamento Europeo, reduciendo de un plumazo la influencia británica en el cada vez más todopoderosa Eurocámara. Ni cuando anunció que Reino Unido dejaría de participar en instrumentos fundamentales de cooperación judicial y penal, como la Orden de Arresto Europea, Europol, o Eurojust. Y por supuesto, su carisma no le había fallado ni en las elecciones de 2015, que ganó por mayoría absoluta y contra todo pronóstico, ni en su chantajista renegociación con la UE de febrero de 2016. Ninguno de sus trucos le sirvió aquel día. Hoy Cameron pasará a la historia como el hombre que destruyó dos uniones (la UE y la unión del Reino británico) para defender intereses puramente partidistas. Su reciente dimisión es un dardo envenenado, ya que deja en manos de su sucesor la aplicación práctica de los resultados de una consulta con la que nadie parece estar ahora de acuerdo. Las divisiones internas «tories» amenazan la estabilidad de un proceso de divorcio, ya de por sí complicado por la poca animosidad de las partes.
Tras la consulta quedó claro que ninguno de los partidarios del Brexit tenía un plan. Y es precisamente esa falta de plan la que ha desencadenado la actual avalancha de dimisiones, puñaladas por la espalda, intrigas políticas y cambios de bando. Los europeos asisten atónitos a este drama, que Shakespeare hubiera rechazado por inverosímil. El proceso para elegir al sucesor de Cameron, y futuro primer ministro de Reino Unido, comienzó ayer, y se parece mucho al juego de las sillas: en cada ronda (y son tres) se elimina a un candidato, hasta que sólo queden dos. El ganador lo deciden las bases del partido. Con Johnson fuera de juego, y Gove perdiendo popularidad, el liderazgo podría ser cosa de mujeres: la (relativamente) moderada Theresa May, o la muchísimo mas radical (y peligrosa para el desarrollo de las negociaciones) Andrea Leadsom. Pase lo que pase, una cosa está clara: Cameron, en un acto de paracaidismo político sin parangón, saltó a tiempo de un avión sin piloto. A Bruselas no le hacía falta otra crisis. Las pataletas de Cameron ya provocaron profundas divisiones en un continente que está librando otras batallas para las que precisa estar más unido que nunca.